El zorzal colorado (Turdus rufiventris), también conocido como chalchalero, zorzal común (en Uruguay), o tordo de vientre rufo, es una especie de ave paseriforme de la familia Turdidae que vive en Sudamérica. Es muy fácil de reconocer por su vientre bermejo (su nombre científico significa literalmente «tordo de vientre rojo») y las rayas oscuras que presenta sobre el cuello blanquecino. Los zorzales tienen patas relativamente largas y delgadas.
Tiene una amplia distribución en bosques, montes y selvas de América del Sur, desde el oeste de Bolivia, Paraguay y Uruguay, el sur de Brasil hasta el centro y litoral de la Argentina. Es uno de los zorzales más conocidos en esta región. En Buenos Aires se extendió durante la segunda mitad del siglo XX desde los montes ribereños y bosques de tala del nordeste provincial, hacia casi todo el territorio, a través de las arboledas de estancias y poblados. Se ha convertido en una especie abundante en ciudades, ya que se adapta muy bien al medio urbano.
Frecuenta tanto las copas de los árboles como el suelo. En zonas urbanas, es abundante en jardines y parques con césped y árboles; prefiere lugares umbríos, suele vivir solo o en pareja. Tiene movimientos abruptos, realiza cortas carreras y saltitos. Estos zorzales pueden vivir en cautiverio y/o pueden vivir hasta 30 años en su hábitat natural.
El nido es circular, abierto, con forma de taza de bordes anchos, de unos 13 a 15 cm de diámetro externo y 6 a 7,5 cm de alto. Está construido con fibras vegetales, tapizado en su interior con ramillas finas y hierbas tiernas. Allí la hembra pone entre tres y cuatro huevos blancos o celestes con pintas marrones.
Pesa alrededor de 70 gramos y su cuerpo mide entre los 22 y 23 cm. Pico casi recto, amarillo en los machos, de 1cm y medio. Presenta párpado amarillo, dorso pardo oliváceo y zona ventral rojo anaranjado. Garganta con fino estriado pardo sobre fondo blanquecino.
Es omnívoro; se alimenta principalmente de frutos e invertebrados. Busca frutos carnosos que constituyen la base de su comida, tanto los de tamaños pequeños que puede engullir enteros (hasta las dimensiones de una aceituna) como los más grandes que suele picar para abrirlos y consumir su pulpa. Es habitual que resulte un buen dispersor de las semillas de las plantas que consume. Cuando camina por el suelo, se dedica a hurgar entre la hojarasca o los mantillos orgánicos en busca de lombrices que son de su especial predilección, entre otros invertebrados que completan su dieta.
Hacia fines de invierno antes del amanecer, empieza a ensayar su melodioso canto, imitativo del canto de otras especies salvajes o domésticas (jilgueros, gallinas, etc...), al parecer, por el simple placer de cantar. En las ciudades, sus vocalizaciones se escuchan claramente en el silencio matinal, antes de comenzar el bullicio urbano. Durante el día también es posible escuchar su canto potente, armónico y reiterativo, con notas poco variadas pero melodiosas. Además, profiere un silbido triste (de una nota repetida) cuando se halla oculto. El reclamo es agudo.
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